Escribe: Humbert Romero Verano
En el discurrir del tiempo, la mujer en el Perú fue logrando tener mayor presencia en la política nacional. Y el punto de quiebre, qué duda cabe, fue cuando mediante ley el sector femenino fue autorizado para votar en todas las elecciones democráticas, a mediados de la década del cincuenta del siglo pasado.
Hasta allí todo bien, porque, valgan verdades, según los indicadores de los últimos censos poblacionales han dejado establecido que el sector femenino peruano está por encima del masculino. Desde esa perspectiva, se puede deducir que es válido que ellas tengan todo el derecho del mundo para participar activamente en política municipal o regional, incluso, por qué no, aspirar al sillón presidencial.
En otros países, hay más de una mujer gobernando los destinos de los mismos –con éxito o no, que no es el caso ahora analizar- pero eso sí participando activamente en justas electorales como protagonistas principales, o si no hay que ver cómo Ángela Merkel no solo logró hacerse de la presidencia de Alemania, sino que en estos últimos tiempos se ha convertido en una verdadera líder de Europa donde ella tiene -por lo general- la última palabra en decisiones importantes -desde el punto de vista político- respecto a la seguridad en todo orden de cosas de dicho continente.
Merkel, a pulso, carácter y decisión, se está proyectando como todo un personaje político internacional de polendas, ante quien una buena parte de países europeos tienen que tener necesariamente la venia o aceptación de la gobernante alemana para la toma de decisiones claves para el desarrollo del llamado Viejo Continente.
Y eso nos parece bueno, porque finalmente el hecho de que una digna representante de las mujeres del mundo empiece a brillar con luz propia en el muchas veces gris espejo de la política, donde el hombre, desde las épocas de las cavernas, tuvo un papel preponderante y único para decidir o resolver las cosas, sin más ni más.
En Sudamérica, ahora, tenemos un ícono de la política desde el prisma de la mujer, en la figura de Dilma Vana Rousseff, cuya administración ha puesto en marcha un mega plan para avanzar en la lucha que mantiene el país de la samba para desterrar la pobreza y la discriminación de sus etnias más representativas, así como la corrupción y la delincuencia organizada que va de la mano con el tráfico de drogas.
¿Y aquí cómo vamos?
Todo ello es una apretada síntesis de lo que es verdaderamente la participación de la mujer en la política internacional. Hay otros casos más, incluso de otros continentes donde ellas han alcanzado los gobiernos de sus países, pero sería ocioso citar caso por caso y esto no es el tema de fondo del que nos ocupamos hoy.
La pregunta que fluye para cualquiera es: ¿Y la mujer peruana por qué tiene limitada participación en los comicios electorales presidenciales, pero, eso sí, dentro de un estricto respeto por las normas fijadas para esos efectos por mandatos constitucionales vigentes y por dispositivos electorales. La ley es dura, pero hay que cumplir con ella.
Lo que pasa es que, hasta lo que va dentro del entarimado político peruano, han sido muy escasas las veces que una mujer haya decidido salir a tentar suerte en la arena política en rangos mayores, salvo en elecciones municipales como aquella lejana cuando María Delgado de Odría tentó suerte para convertirse, aunque infructuosamente (1963) en alcaldesa de Lima. Es también importante resaltar que antes de la faena de doña María Delgado, fue designada por el gobierno militar de entonces, como primera burgomaestre capitalina, la recordada Anita Fernandini de Naranjo.
Recién, la ahora cuestionada Susana Villarán ganó las elecciones municipales en Lima Metropolitana, convirtiéndose –por voto popular- en ser la primera alcaldesa de la capital mediante las urnas. Hasta allí ha sido la participación de la mujer en la política peruana, por lo menos hasta el momento.
Y en honor a la verdad, ya es tiempo que la mujer peruana debe dejar en el closet de sus inhibiciones para que salga al entarimando electoral pero pugnar por lograr la máxima magistratura del Perú, como nunca antes se ha hecho aquí, donde hay muchas de ellas que son de valía, temperamento y personalidad como para ingresar a la fragua política nativa y salir de allí triunfante.
Mucho se ha tratado en estos últimos tiempos sobre la participación del elemento mujer dentro del aparato estatal, a modo de captar el valioso capital intelectual y profesional de sus mejores exponentes. Pero nadie habla de la necesidad de rescatar del anonimato a esa hija de Eva que podría convertirse en el futuro –con la obvia distancia del caso- en una Ángela Merkel del Perú y, por qué no, de Latinoamérica. Pero habría necesidad de que la mujer que acuse recibo de esta propuesta sea pues una verdadera estadista, con una verdadera misión y visión del Estado para modernizar el Perú mediante normas que verdaderamente revolucionen muchas cosas, entre ellas la educación, factor importantísimo para que en ella descanse el rico banco de jóvenes promesas para nuestra política, hoy, y líderes políticos más tarde.
Falta decisión en el público femenino, así como también existe en los partidos políticos una suerte de celo y discriminación hacia aquel, para no darles tanto poder porque lo consideran, aunque parezca mentira, en dizque fuentes de conflictos, infidencias y recelos dentro de los partidos, entre ellos uno de los más antiguos, donde sus representantes mujeres, a lo más, han llegado a ser ministras de Estado. Nada más. Por eso es vital trabajar duro allí, para que las organizaciones políticas empiecen a poner todo de sí en su brasero en pos de encontrar y pulir potenciales lideresas políticas del Perú, más allá de representar a sus colores.
La pelota está pues en la cancha de la población femenina del Perú. Vamos a ver quién hace suyo el reto porque, valgan verdades, la opinión pública está saturada de ser meros espectadores de tantos congresistas y gobernantes erráticos y corruptos. Y esa es la triste realidad de nuestra política actual. Hay pues urgencia de cambiarla ahora, por el bien del futuro de la patria y de nuestros hijos.
Porque tampoco queremos mujeres que gobiernen bajo la sombra. Detrás del marido gobernante. Mujeres que finalmente terminen cuestionadas por utilizar recursos del Estado sin “justificación”.
Sin ir más allá, muchas “primeras damas” de gobiernos locales en nuestra región, ejecutan, a vista y paciencia de la población, diversos trabajos de apoyo social. Llevan regalos, donaciones, etc. ¿Con la de quién? si ellas no manejan presupuestos, peor aún sus supuestas organizaciones no existen. Algunas, peor todavía, se dan el lujo de cambiar funcionarios, cuando la población eligió a sus esposas y no a ellas. Es decir ejercen gobierno bajo la sombra.
No estamos en contra del trabajo de la mujer, es más confiamos que ellas pueden mejorar las cosas en un pueblo, pero todo debe ir bajo el marco legal. Zapatero a tus zapatos, afirma siempre mi madre. Señor alcalde póngase los pantalones. Señora primera dama, quiere gobernar, postule.
humbertromero@hotmail.com
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