ESCRIBE Dr. CESAR CERDAN CRUZADO
Barranca, la provincia del Norte Chico, conocida en el mundo por su Milenaria Caral, el día lunes 21 del presente mes se tiñó de sangre con el cruel asesinato del compañero Jesús Aníbal Ruiz Díaz dirigente de Construcción Civil de Barranca. Es el dirigente número 23 que cae abatido por las balas asesinas de los portadores de la muerte. De los que tienen como oficio matar por encargo o convicción. Son los que direccionan la guadaña sin pensar que le están quitando la vida a un luchador social, a un defensor de los derechos de los trabajadores, de los explotados, tal como los que percutaron las armas. De alguna forma hay que llamarlos.
Antes de identificar el origen de estos luctuosos sucesos es necesario hacer un deslinde conceptual de violencia. No es necesario ser muy “leído” para saber que la violencia es genética, es inherente a cualquier animal, sobre todo “al más animal”, el ser humano. Existió siempre, desde los albores de la evolución de las especies. Pero no siempre igual. Antes de llegar a nuestra etapa de desarrollo, o sea el “homo stúpidus”, los enfrentamientos eran para lograr su supervivencia; en cambio ahora es un medio de existencia. Que paradójico.
En pleno siglo XXI, en plena era del conocimiento, de los “objetos inteligentes”, la violencia, entiéndase matar es la decisión del ser humano de exterminarse unos a otros. Los asesinos son grupos de personas que comparten una misma ideología de destrucción y sin sentido de valoración a la vida humana, se unen y llevan a cabo sus ideales, todo ello como consecuencia de las experiencias, odios, fanatismos y todo tipo de expresiones de los bajos instintos (que son tan bajos que no los tienes ni los animales).
La pérdida irreparable de un reconocido dirigente sindical en Barranca es atípica, es decir sale de los parámetros de los asesinatos de dirigentes propios de las dictaduras como la del fujimontesinismo, o los perpetrados por el terrorismo senderista. La violencia trágica está direccionada a los dirigentes de Construcción Civil. Este hecho no es casualidad, tiene su origen en las más altas esferas del poder político, y lo vamos a decir con todas sus letras porque no es ninguna novedad ni especulación, es un secreto a voces.
Durante el segundo gobierno de Alan García Pérez se produjo dos hechos que van a configurar la espiral de violencia selectiva contra los dirigentes de Construcción Civil 1) El intento fallido de García Pérez de formar un sindicato de construcción civil paralelo, los medios no interesaban, interesaba el fin. Un todo vale autorizado desde Palacio. De inmediato empezaron a aparecer las denuncias por extorsión, “cobro por porcentaje de obra” “cobro por trabajador fantasma”, “cobro por cuotas sindicales”, sueldo para los “chalecos” y otras modalidades. Una negativa era sinónimo de poner en riesgo la vida de los ingenieros de obras, contratistas y sus familiares.
Los “dirigentes nombrados” en Palacio reclutaron a sus huestes entre lo mas graneado de los prontuariados, todos ellos con antecedentes por lesiones graves, tráfico ilícito de drogas, robo agravado, extorsión, asaltantes de carreteras y otros “méritos”. Y 2) la liberación de más de 5,000 delincuentes (por el mismo gobernante), que se convirtieron en dirigentes de los seudosindicatos, que se dedicaron a cobrar cupos hasta del 5% del total de la obra. En la actualidad existen más de 28 pseudosindicatos de fachada que operan impunemente en el Perú. Para ellos “extorsionar es optar por formar un sindicato de construcción civil, pues resulta mucho más fácil, y más rentable que asaltar un banco o una tienda”.
Finalizamos compartiendo la indignación de los familiares del compañero Ruiz Díaz por el uso político partidario y electorero que le dieron a su dolor ciertos oportunistas, sin respetar los momentos dramáticos que estaban viviendo.
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