- Poder Ejecutivo en su peor momento político
Escribe: Humbert Romero Verano
Como sayanero y huaurino estoy feliz y agradecido con el presidente Ollanta Humala por la toma de decisión para ejecutar las carreteras: Río Seco - El Ahorcado – Sayán, y Huaura – Sayán – Churín. Estas obras eran más que viejos anhelos y sueños como anota en su máxima obra Calderón de la Barca. Sin embargo, hay algo más que preocupa de esta Administración y es bueno analizarla.
Como sayanero y huaurino estoy feliz y agradecido con el presidente Ollanta Humala por la toma de decisión para ejecutar las carreteras: Río Seco - El Ahorcado – Sayán, y Huaura – Sayán – Churín. Estas obras eran más que viejos anhelos y sueños como anota en su máxima obra Calderón de la Barca. Sin embargo, hay algo más que preocupa de esta Administración y es bueno analizarla.
“Siembra vientos, y cosecha tempestades”, un antiguo pensamiento que hoy calza con los preocupantes momentos que atraviesa el Poder Ejecutivo, encabezado por el presidente Ollanta Humala Tasso, porque al parecer ha perdido la brújula política que ha debido tener desde que inició su administración, donde a todas luces parecería cada día más que quien maneja los hilos del poder es Nadine Heredia, la primera dama de la nación.
Y en ese vacío político existente que el fino olfato de la opinión pública ha empezado a detectar en su día a día, ella desgraciadamente se está viendo envuelta y perjudicada a la vez porque con ese fenómeno, los hechos delictivos se multiplican en las calles y en sus propios hogares, no hay garantías de que los mismos serán respetados por el crimen organizado.
Sin dejar de reconocer la valentía de una valiente suboficial PNP que se enfrentó y capturó recientemente a tres delincuentes en el Rímac, en el interior de un microbús, cuando estos pretendían asaltar a los pasajeros, este hecho fue tan destacado por el Ministerio del Interior –al punto de ascender a la ejemplar policía, y bien por ella- pero todo ello pues deja el sabor de ser un psicosocial más para que el gran público se convenza que la PNP es de lo mejor, en circunstancias que se están descubriendo cómo algunos de sus miembros se engullen el dinero mal habido producto de las multas ficticias o reales a chóferes de la zona este de la capital.
Para hablar de cosas más recientes, la gente se ha quedado absorta al ver en un programa dominical cómo había sido “chuponeado” el ministro de Defensa, Pedro Cateriano, por desconocidos hasta el momento. Este presupone que la ilegal acción haya sido dirigida por empresarios que se dedican a la compra-venta de armas, despechados por una cuantiosa adquisición de pertrechos militares, cuya responsabilidad fue delegada finalmente al PNUD.
¿Hasta dónde llegaremos con esta espada de Damocles en que se está convirtiendo la interceptación telefónica en el país, o es que hay gente perversa e interesada en llevarlo al despeñadero de lo que significó en el pasado la modalidad delictiva del montesinismo del gobierno fujimorista al hacer de esas malas artes un instrumento de chantaje y corrupción?
¿Y si fue eso qué? Entonces, no sería tan descabellado pensar que esas maniobras estarían buscando de que aparezcan los principales ingredientes para crear la sensación en la ciudadanía de un supuesto desgobierno, que obviamente tendría un objetivo mediático: que sea pateado el tablero de la democracia y que la anarquía reine para dicha de algunos malos peruanos, que podría traer consigo un supuesto cierre del Congreso de la República.
Dentro de ese orden de ideas, ha llegado el momento de que el presidente Ollanta Humala Tasso adopte ya un perfil de verdadero estadista y que no siga con esa actitud confrontacional con todos y por todo. Eso no es bueno porque, además del lenguaje poco sobrio que utiliza en esos casos, le hace un flaco favor a su gobierno y al electorado que apostó por su plataforma política, porque poco a poco comienza a comprender que el jefe de Estado sigue aprendiendo a gobernar y parecería que se está demorando mucho en hacerlo más rápido.
¿Y la gran transformación?
Cuando el gobierno humalista postulaba a la más alta magistratura del Perú, enarboló la plataforma de la “gran transformación”, pero en la segunda vuelta electoral dio un giro para tomar como suya la bandera de la denominada “hoja de ruta”. En una y otra coyuntura política, Humala Tasso prometía, entre otras cosas, mejorar los servicios de salud y educación, así como acabar de una buena vez con la inseguridad ciudadana, que, en esas circunstancias, ya iba en aumento en forma galopante, según estadísticas policiales.
No hubo gran transformación pero sí hoja de ruta, como es de dominio público, pero en ninguno de los dos ministerios el Ejecutivo ha puesto en marcha su mejoramiento o desarrollo; mención aparte merece la seguridad ciudadana, toda vez que los asaltos a mano armada y a plena luz del día, los asesinatos por encargo y los robos a domicilio han ido en aumento, hechos que han sensibilizado a la gente al punto de que esta ahora sí reclama a voz en cuello a la Policía y al gobierno una acción más articulada y decidida para –por lo menos- velar por su integridad física en las calles y en las unidades de transporte público, donde los maleantes suelen subir simulando ser vendedores de golosinas para sorprender a los incautos y salir disparados de allí luego de arrebatar carteras o celulares, a vista y paciencia de todos.
Es patético ver por ejemplo en las calles de la ciudad, salvo en algunos distrito más pudientes del Perú, ver a las camionetas de Serenazgo sin un policía a bordo, cuya presencia y participación es obviamente decisiva para disuadir, mejor o prevenir actos delincuenciales. Que no hay mayores cantidades de policías para esos efectos, es cierto, pero de qué sirve al ciudadano o a la ama de casa llamar a Serenazgo ante una emergencia policial para después ver después que la delincuencia se zurra en los “serenos” porque estos sencillamente no pueden manejar armas y carecen de capacidad coercitiva. Entonces, ¿así es cómo se quiere que viva la ciudadanía, temerosa siempre de que una bala perdida acabe con ella, o en su defecto sea asaltada por infames mozalbetes que, a punto de pistola y cuchillo, han empezado a ponerla en jaque y a la misma Policía Nacional.
Cuando el gobierno humalista postulaba a la más alta magistratura del Perú, enarboló la plataforma de la “gran transformación”, pero en la segunda vuelta electoral dio un giro para tomar como suya la bandera de la denominada “hoja de ruta”. En una y otra coyuntura política, Humala Tasso prometía, entre otras cosas, mejorar los servicios de salud y educación, así como acabar de una buena vez con la inseguridad ciudadana, que, en esas circunstancias, ya iba en aumento en forma galopante, según estadísticas policiales.
No hubo gran transformación pero sí hoja de ruta, como es de dominio público, pero en ninguno de los dos ministerios el Ejecutivo ha puesto en marcha su mejoramiento o desarrollo; mención aparte merece la seguridad ciudadana, toda vez que los asaltos a mano armada y a plena luz del día, los asesinatos por encargo y los robos a domicilio han ido en aumento, hechos que han sensibilizado a la gente al punto de que esta ahora sí reclama a voz en cuello a la Policía y al gobierno una acción más articulada y decidida para –por lo menos- velar por su integridad física en las calles y en las unidades de transporte público, donde los maleantes suelen subir simulando ser vendedores de golosinas para sorprender a los incautos y salir disparados de allí luego de arrebatar carteras o celulares, a vista y paciencia de todos.
Es patético ver por ejemplo en las calles de la ciudad, salvo en algunos distrito más pudientes del Perú, ver a las camionetas de Serenazgo sin un policía a bordo, cuya presencia y participación es obviamente decisiva para disuadir, mejor o prevenir actos delincuenciales. Que no hay mayores cantidades de policías para esos efectos, es cierto, pero de qué sirve al ciudadano o a la ama de casa llamar a Serenazgo ante una emergencia policial para después ver después que la delincuencia se zurra en los “serenos” porque estos sencillamente no pueden manejar armas y carecen de capacidad coercitiva. Entonces, ¿así es cómo se quiere que viva la ciudadanía, temerosa siempre de que una bala perdida acabe con ella, o en su defecto sea asaltada por infames mozalbetes que, a punto de pistola y cuchillo, han empezado a ponerla en jaque y a la misma Policía Nacional.
Ahuyenta a inversionistas
Por desgracia, y a propósito de la inseguridad en las calles limeñas, esto ha sido observado con preocupación por el gobierno japonés, muy interesado en invertir en los países miembros de la Alianza del Pacífico, del que Perú forma parte juntamente con Colombia, México y Chile. Pero el país del Sol Naciente tiene especial interés en hacerlo en nuestro país, por muchos motivos, entre ellos –claro está- por tener ingentes cantidades de riqueza natural y materias primas tan requeridas por el país asiático.
Además de ello, no olvidemos que el Perú, después de Brasil y México, es el país que alberga en Latinoamérica a miles de descendientes japoneses, por lo que siempre hubo una fluida y amigable interacción diplomática y de apoyo económico en favor de nosotros. Entonces, es plausible y tiene mucha razón la preocupación del Sol Naciente a través de su embajador en Lima, AkiraYamada, cuando expresa esa inquietud relacionada a la seguridad pública en el Perú.
Incluso, Yamada, si bien dio a conocer su tranquilidad respecto al hecho de que el Perú ya no es víctima del terrorismo como en la década del ochenta, lapso en que tres ingenieros de su país fueron asesinados sin razón alguna por Sendero Luminoso, en la localidad de Huaral, considera prioritario que el tema relacionado a la violencia ciudadana sea solucionado, no solo aquí sino también en Colombia, México y Chile, porque Japón como Estado tienen la obligación de garantizar la seguridad de sus compatriotas en el exterior.
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